Los fosfitos se presentan como una solución clave para el manejo de las malezas y plagas. Se trata de una alternativa sumamente útil para proteger los cultivos, sin necesidad de acudir a los herbicidas u otros productos químicos.
Un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Balcarce, de la provincia de Buenos Aires, avanza en el estudio de cultivos de soja capaces de metabolizar fosfito. Se trata de una solución clave para los productores que buscan alejarse de los agroquímicos, para combatir las malezas y potenciar los rendimientos.
En detalle, los expertos del INTA Balcarce trabajan sobre una forma química reducida del fosfato, la cual les permitiría a los agricultores optimizar el manejo de las malezas resistentes y disminuir la aplicación de herbicidas. Los resultados indican que es viable utilizar solo una quinta parte de los agroquímicos sin afectar el rendimiento.
El foco por parte de los expertos está puesto en el estudio y adaptación de los cultivos que son capaces de metabolizar el fosfito. Según informan, este compuesto inorgánico les permitirá a los trabajadores tener un manejo integrado único ante la invasión de malezas que –en la mayoría de los casos- compiten con los sembrados y las plantaciones.
Por estos motivos se presenta como una estrategia que, además de disminuir el uso de herbicidas, promueve la autonomía tecnológica en la creación de semillas. Además, fomenta la biotecnología para alcanzar una producción sostenible y un impacto ambiental positivo.
¿Qué hacen los fosfitos en las plantas?
En primer lugar, cabe destacar que el fosfito es un compuesto inorgánico que, a diferencia del fosfato, presenta una mayor solubilidad en diferentes niveles de pH y menor interacción con las partículas del suelo. Estas características incrementan su eficiencia y aprovechamiento como fertilizante, más aun teniendo en cuenta que su disponibilidad es limitada.
En Argentina, Sergio Feingold -coordinador del programa de Biotecnología del INTA- lleva más de cuatro años trabajando en la búsqueda de soluciones biotecnológicas para el manejo de malezas. Su objetivo es mejorar la capacidad de competencia de los cultivos, a partir del fósforo.
Es importante destacar que, pese a sus grandes beneficios, una de las principales limitaciones como fertilizante es que no puede ser absorbido por las plantas. De hecho, resulta tóxico para ellas, aunque no para los seres humanos.
Para solucionar este problema, se identificó un gen bacteriano capaz de convertir el fosfito en fosfato una vez absorbido por las plantas. Su incorporación en cultivos como tabaco, soja, maíz y algodón permitieron que estas plantas lo usen de forma exclusiva, obteniendo una ventaja frente a las malezas.
Así es como pueden controlar aquellas malas hierbas que son resistentes, reducir progresivamente el uso de herbicidas y mejorar la sostenibilidad productiva mediante una mayor eficiencia en el uso de fósforo. La biotecnología entonces contribuye a la mitigación de la erosión y preservación de la biodiversidad, ya que las malezas no son eliminadas completamente.
¿Cómo combatir las malezas a través del fosfito?
Los resultados de las investigaciones del INTA demuestran que la biotecnología es altamente efectiva para combatir las malezas y, al mismo tiempo, reducir el uso de herbicidas.
En los cultivos de soja en Balcarce, por ejemplo, se logró una disminución en las dosis de glufosinato, pasando del 2,5% al 0,5%, sin afectar el rendimiento del cultivo ni el control de malezas. Este enfoque permite un crecimiento inicial más rápido, lo que reduce la competitividad debido al sombreo.
Aunque las malezas no desaparecen por completo, permanecen como una cubierta verde por debajo del cultivo sin afectar su rendimiento. Al mejorar la capacidad del suelo, este tipo de tecnología puede ser útil en la lucha contra aquellas que desarrollaron resistencia a los herbicidas comunes.
Otra de sus ventajas es que la aplicación foliar de fosfito estimula la resistencia sistémica de las plantas frente a patógenos y plagas, lo que podría reducir aún más el uso de agroquímicos. De todos modos, esta potencialidad no fue analizada con mayor detenimiento en las plantas transgénicas.
En esta línea, desde el INTA recomiendan mantener la biodiversidad de las malezas, insectos y microbiomas asociados. En esta línea, las últimas herramientas que fueron lanzadas al mercado permiten la coexistencia con los cultivos, complementando otros métodos de control y favoreciendo la conservación de la biodiversidad.
Según afirman, el objetivo final es validar esta tecnología para los cultivos de soja, maíz y algodón en diversas regiones productivas del país. En tanto, se planea incorporar el transgén en genotipos de alta productividad desarrollados por el Instituto y en colaboración con otros semilleros.
Esta investigación, iniciada por los especialistas mexicanos Luis Herrera Estrella y Damar Lopez Arredondo, está en su segundo año de ensayos de campo con soja, maíz y algodón en distintas localidades. Los ensayos se realizan siguiendo las normativas de la Secretaría de Bioeconomía y con la supervisión de la Comisión Nacional de Biotecnología (Conabia).
El proyecto cuenta con la participación de múltiples áreas del organismo, como los programas de cereales y oleaginosas, cultivos industriales, protección vegetal y biotecnología, con el apoyo de INTEA SA y la Asociación Cooperadora de la Estación Experimental Agropecuaria Balcarce.