En un contexto mundial en constante crecimiento, la agricultura intensiva se convierte en un grave problema ambiental. El consumo excesivo de recursos naturales no promueve una actividad sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
El constante crecimiento poblacional y la fuerte demanda de alimentos llevaron al sector agrícola a aumentar sus producciones, usando de forma intensiva cada uno de los recursos naturales que se encuentran limitados como el suelo y el agua. En esta línea, el trabajo del sector se ve fuertemente comprometido ante un exhaustivo avance del cambio climático.
La agricultura intensiva, caracterizada por su enfoque en la maximización de la producción con recursos limitados, fue desde un primer momento crucial para satisfacer las necesidades alimentarias de una población en expansión. Sin embargo, lo cierto es que trajo sus propias consecuencias.
Este enfoque centrado en la eficiencia y la productividad tiene repercusiones preocupantes para el medio ambiente, la salud humana y la sostenibilidad a largo plazo.
En detalle, la agricultura supone una revolución en la forma de alimentar tanto a las personas como a los animales, y hasta el día de hoy es reconocida a nivel mundial ya que permite llevar a cabo una producción a gran escala aún cuando el escenario está marcado por el calentamiento global.
Los expertos del sector observan una clara evidencia de los factores de riesgo medioambiental a los que la población se seguirá enfrentando, si no se lleva a cabo una agricultura intensiva más respetuosa con los recursos naturales, tales como el agua.
Cabe aclarar que el cambio climático impacta de forma directa en las fuentes de alimentación, así como también en los recursos hídricos disponibles. Esto se debe a una mayor presencia de sequías, incendios, altas temperaturas y mayor frecuencia de eventos extremos.
Cada uno de estos escenarios puede ser cada vez más severo, provocando la caída en el rendimiento de la producción agrícola, el aumento de los precios de los alimentos, la reducción de los niveles nutritivos y las interrupciones en la cadena de suministro.
Es importante destacar además que la agricultura industrial usa una tercera parte de la superficie terrestre no congelada y casi dos terceras partes de los recursos hídricos globales.
Los peligrosos efectos de la agricultura intensiva
Uno de los principales desafíos vinculados a la agricultura intensiva es el deterioro del suelo. El constante cultivo de tierras para maximizar la producción disminuye su fertilidad al agotar los nutrientes esenciales que se necesitan para el desarrollo de las plantas.
Este agotamiento de la tierra conlleva a la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad y la degradación general de los ecosistemas agrícolas. Esto genera preocupación, dado que este es fundamental para la vida que rodea.
Asimismo se observa un uso recurrente de fertilizantes y pesticidas químicos para incrementar la productividad y proteger los cultivos. Aunque estos insumos pueden generar aumentos de producción a corto plazo, también generan impactos negativos a largo plazo.
El exceso puede contaminar las aguas, alentando a la proliferación de algas tóxicas y afectando la vida acuática. También afecta a la salud humana y contribuye a la pérdida de biodiversidad, al afectar a insectos y otros organismos benéficos.
Al mismo tiempo usa de forma intensiva los sistemas de riego para mantener altos rendimientos. Es acá donde entra en juego el consumo del agua como recurso limitado. Se nota una sobreexplotación de acuíferos y reducción de la disponibilidad de agua dulce en muchas regiones, afectando a las comunidades que dependen del agua para su sustento.
El monocultivo es una práctica que se encuentra dentro de la agricultura intensiva. Esta se caracteriza por contribuir a la disminución de la biodiversidad, ya que reduce la variedad de plantas y animales en el entorno agrícola.
Para muchos, esto aumenta la vulnerabilidad de los cultivos a enfermedades y plagas, y la eliminación de hábitats naturales para dar lugar a las tierras de cultivo intensivo que contribuye a la pérdida global de biodiversidad.
El uso masivo de productos químicos también plantea preocupaciones sobre la salud humana, ya que los residuos de pesticidas en los alimentos y el agua potable pueden tener efectos adversos, incluyendo problemas neurológicos y de desarrollo.
Además, la agricultura de monocultivo puede afectar la diversidad de alimentos disponibles, lo que contribuye a una dieta menos equilibrada y a problemas de salud relacionados con la malnutrición.
El camino alternativo para la agricultura intensiva
Los expertos en el tema aseguran que la clave para resolver este desafío radica en ser productivos y sostenibles. Las miradas están puestas en desarrollar cultivos y métodos agrícolas que conduzcan hacia un sistema productivo respetuoso con el entorno natural.
Esto implica adoptar enfoques inteligentes que fomenten la diversidad de cultivos, la rotación de los mismos y la gestión responsable del suelo.
Se debe mantener un equilibrio entre la productividad, la rentabilidad y la sostenibilidad, ya que solo así se podrá lograr una eficiencia verdadera.
En resumen, aunque la agricultura intensiva sea fundamental para alimentar a una población mundial en constante crecimiento, no se deben ignorar las consecuencias negativas.
La sociedad y la industria en general debe hacerse cargo mediante un trabajo en conjunto para desarrollar prácticas sostenibles que cumplan con las necesidades de aumentar la producción de alimentos y, al mismo tiempo, preserven los recursos naturales a largo plazo.