La empresa argentina se destaca a nivel global, dados sus aportes en el sector agrícola. El objetivo de su CEO, Federico Trucco, es promover una agricultura eficiente y sostenible a través de la innovación biotecnológica.
En la actualidad, Bioceres es una de las principales empresas dentro del sector de la agricultura. Bajo el liderazgo de Federico Trucco, desarrolló soluciones avanzadas en el mejoramiento de cultivos, el uso de bioinsumos y la aplicación de herramientas de edición genética –como el trigo HB4- para optimizar la productividad local.
Uno de los principales logros de la compañía fue la creación de semillas con mejoras genéticas que incrementan su resistencia a condiciones climáticas adversas, como sequías o suelos con baja fertilidad. Además, impulsaron el desarrollo de biofertilizantes y biopesticidas que reducen la dependencia de productos químicos sintéticos, promoviendo prácticas agrícolas amigables con el medioambiente.
Gracias a su enfoque en la investigación y el desarrollo, la empresa logró alianzas estratégicas con instituciones científicas y organismos internacionales, lo que le permitió expandir su impacto a nivel global. A través de la adopción de nuevas tecnologías y la digitalización de procesos agrícolas, se busca maximizar el rendimiento de los cultivos al tiempo que minimiza la huella ecológica de la actividad agrícola.
El liderazgo de Federico Trucco se centra en la implementación de una biotecnología accesible y escalable, con el propósito de garantizar la seguridad alimentaria y mejorar la competitividad del sector agroindustrial argentino en los mercados internacionales.
¿Qué es el trigo transgénico HB4?
El trigo HB4 fue creado por Bioceres. La empresa marcó un hito en la historia de la biotecnología agrícola con el desarrollo de esta variedad transgénica, cuyo propósito es resistir las condiciones de la sequía. Esto representa uno de los mayores avances en el país.
Este trigo forma parte de la tecnología HB4, junto con la soja del mismo nombre, la cual permite obtener semillas con mayor rendimiento en escenarios de estrés hídrico, es decir, en situaciones de escasez de agua. Además, incorpora resistencia al herbicida glufosinato de amonio, una característica que generó debate en ciertos sectores.
El desarrollo de esta tecnología se basa en una investigación realizada por científicos del CONICET, quienes identificaron en el girasol un gen capaz de activar mecanismos de respuesta ante el estrés abiótico y biótico. A través de la transgénesis, este gen fue incorporado al trigo y la soja, otorgándoles una mayor tolerancia a la sequía y mejorando su rendimiento en zonas áridas, como en el norte del país.
Este avance, sin precedentes a nivel global, es un claro ejemplo del potencial de la ciencia y la tecnología en el territorio argentino. Cabe destacar que su desarrollo fue posible gracias a la colaboración entre el sector público y privado, a través del trabajo conjunto entre esta empresa y el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (Universidad Nacional del Litoral–CONICET), bajo la dirección de Raquel Chan.
¿Cómo afectan los pesticidas a la agricultura?
En primer lugar, es necesario aclarar que los plaguicidas desempeñaron un papel importante en el control de enfermedades como el paludismo, el dengue y el tifo, además de contribuir al desarrollo agrícola al combatir insectos, malas hierbas y otras plagas que afectan los cultivos y compiten con ellos por recursos esenciales como espacio, agua y nutrientes.
Si bien en un principio estos productos representaron un avance significativo, sus efectos a largo plazo evidenciaron un contraste profundo entre las expectativas y la realidad. Hoy en día, los expertos en el sector sostienen que este presenta graves consecuencias para el medio ambiente y el desarrollo de las cosechas, por ejemplo.
El uso excesivo e inadecuado generó graves daños ambientales en muchas regiones, algunos de ellos irreversibles o de difícil recuperación, en gran medida debido a la falta de conocimiento sobre los riesgos ecológicos asociados con su aplicación.
Lo cierto es que los plaguicidas tienen un impacto inmediato en el entorno donde se utilizan, contaminando suelos, aguas superficiales y subterráneas, así como el aire. Además, afectan no solo a las plagas objetivo, sino también a organismos beneficiosos como los enemigos naturales de esas plagas, lo que altera los equilibrios ecológicos.
Aunque sus efectos pueden parecer leves en un primer momento, incluso en el caso de productos de baja persistencia o de uso esporádico, su impacto a largo plazo es significativo. Estas sustancias generan desequilibrios sucesivos en los ecosistemas, debilitando los controles naturales y promoviendo la proliferación de plagas más resistentes.
La evolución de la resistencia en las plagas lleva con frecuencia a los agricultores y responsables de salud pública a incrementar las dosis de plaguicidas, aumentar la frecuencia de aplicación o recurrir a nuevas formulaciones, ya sea de manera individual o combinada con las anteriores. Este ciclo de dependencia agrava los problemas ecológicos, agronómicos, económicos y de salud pública, generando un impacto que va más allá del ámbito agrícola.