En la actualidad, se presentan diversos factores que están afectando de forma directa a la elaboración de alimentos. El cambio climático podría jugar un papel en contra del abastecimiento mundial.
La escasez de agua, la crisis climática y la seguridad alimentaria plantean un urgente llamado a la acción colaborativa, en la que se deben integrar gobierno, líderes empresariales y trabajadores. Los datos en el sector arrojan que más de 2.000 millones de personas se ven afectadas por el estrés hídrico.
La realidad es que el cambio climático obliga a una cierta parte de la población a luchar por el acceso al agua potable y los alimentos nutritivos. Se trata de una situación que impacta especialmente a pequeños agricultores, mujeres, poblaciones indígenas y personas migrantes.
La competencia por este recurso vital aumenta, y su escasez ya es motivo de conflictos. Varios países se encuentran en disputa por encontrar un equilibrio entre la tradicional producción de alimentos y las nuevas exigencias de los consumidores.
Cabe destacar que la disponibilidad y calidad del agua dulce se redujo en un 20% en las últimas dos décadas, exacerbadas por el uso inadecuado, la falta de gestión coordinada y el cambio climático.
Fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones están agravando la situación, tensando los ecosistemas y amenazando la seguridad alimentaria global. La solución a esta crisis se encuentra en la agricultura, responsable del 72% de las extracciones de agua dulce a nivel mundial.
El último llamado global para garantizar la seguridad alimentaria
Para afrontar estos desafíos complejos, los expertos sugieren asegurar un suministro eficiente de agua para la agricultura, especialmente ante el crecimiento de la población mundial y la rápida urbanización, que intensifican la competencia entre diferentes sectores económicos dependientes de esta.
Una gestión efectiva y equitativa de los recursos hídricos es esencial, requiriendo un enfoque inclusivo e integrado que involucre a todas las partes interesadas, desde responsables políticos hasta comunidades locales.
Además, se necesitan inversiones focalizadas en prácticas innovadoras de gestión del agua, como el desarrollo de tecnologías de riego y almacenamiento, el tratamiento de aguas residuales y la implementación de principios de economía circular.
Se habla de economía circular cuando el sector adopta tecnologías de riego más precisas y eficientes que ayudan a maximizar su utilidad. Esto permite minimizar las pérdidas por evaporación o escurrimiento.
El tratamiento de aguas residuales también desempeña un papel importante al convertirlas en recursos válidos para la agricultura o para otros sectores, contribuyendo así a reducir la presión sobre aquellas que son de tipo dulce.
Además, el concepto de economía circular también implica reusar y reciclar el agua. Al optimizar su uso en los procesos agrícolas, se reduce el consumo de agua fresca y se disminuye la contaminación ambiental.
En cualquiera sea la forma en la que se cuide el agua, la gestión integrada de los recursos naturales es fundamental para garantizar el bienestar humano y la sostenibilidad de los ecosistemas.
Ante los efectos del cambio climático, los expertos aseguran que ya no hay margen de tiempo para adoptar un enfoque holístico que aborde tanto la agenda del agua como la climática, agilizando soluciones inclusivas para cumplir con los desafíos que implica el calentamiento global.
El trabajo conjunto internacional para combatir la crisis alimentaria
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), junto con otros colaboradores internacionales, está trabajando para cambiar el escenario actual que pone en jaque al mundo.
En este sentido, la última conferencia de las Naciones Unidas fue un evento de suma importancia, al reunir a líderes mundiales, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y ciudadanos individuales. Desde 2023, las miradas están puestas para una acción concertada y deliberada.
En este evento, se manifestó un compromiso claro con el cumplimiento de los objetivos y metas relacionados con el agua, los cuales fueron definidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Dado que casi tres cuartas partes de las extracciones de agua dulce se destinan a la agricultura, la FAO se prepara para ofrecer soluciones a los desafíos que están relacionados con la escasez y los desastres hídricos, como las sequías e inundaciones.
En la actualidad, el organismo colabora con los gobiernos y las comunidades para desarrollar hojas de ruta nacionales que promuevan la coordinación intersectorial a nivel nacional. Además, proporciona bases de datos y tecnología para respaldar la toma de decisiones informadas.
A nivel mundial, los sistemas de riego producen el 40% de los alimentos en el 20% de las tierras cultivables, pero este potencial aún no se aprovecha de forma completa. Hasta el momento se trabaja en la creación de una metodología para medir las necesidades mundiales de riego.
La FAO también promueve inversiones específicas y la asignación adecuada de fondos para infraestructuras hídricas y sistemas de riego, así como la gestión de riesgos de sequía antes de que se conviertan en crisis.
Cada uno de los integrantes de la organización coinciden entonces que es necesario un esfuerzo conjunto y coordinado para abordar estos desafíos de manera efectiva. El resultado será posible únicamente con el compromiso de todos los actores involucrados.
Los gobiernos deben diseñar políticas basadas en evidencia científica que aprovechen los datos y la innovación para mejorar la planificación y gestión hídrica. El trabajo entre sectores y la gestión de intereses complementarios son esenciales para proteger los ecosistemas.
A la par, los agricultores deben desempeñar un rol activo en la gestión sostenible del agua. De esta manera, podrán recibir el apoyo económico y los recursos necesarios para lograr un verdadero cambio.
El sector privado no se queda afuera, al verse comprometido también. Las empresas deben hacerse responsables en términos sociales corporativos, priorizando la sostenibilidad que protege las operaciones futuras.
Finalmente, cada individuo debe valorar el agua y tomar medidas para conservarla. La toma de decisiones informadas sobre el consumo, la reducción del desperdicio de agua y la prevención de la contaminación son acciones importantes que se deben llevar adelante.
Esta es la única manera de contribuir a un futuro más sostenible para los alimentos, las personas y el planeta.