Las arvejas resultan ser uno de los principales cultivos invernales más óptimos para afrontar las condiciones climáticas. Desde el INTA aseguran que ofrece excelentes resultados en términos de producción.
El mercado de las legumbres creció durante los últimos años particularmente por los cambios alimenticios que se produjeron a nivel global. Se trata de una interesante transformación que comenzó por la popularidad que ganó el veganismo y el vegetarianismo, por ejemplo.
Aquellas personas que deciden no comer carne encuentran en las legumbres una alternativa interesante, dado su alto aporte proteico. Los alimentos de origen animal ya no ocupan un lugar predominante, por lo que la industria cambia su estrategia y apunta hacia nuevos caminos.
En esta línea, las arvejas se posicionan como uno de los principales cultivos invernales capaces de competir dentro de la secuencia agrícola. Este escenario se ve favorecido por el aumento de la demanda y las condiciones climáticas.
Gabriel Prieto, especialista en legumbre del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Arroyo Seco, de Santa Fe, indica que las reservas de agua que hay en la actualidad permiten llevar a cabo la implementación de las arvejas en el país.
Sin importar si son invernales o primaverales, estas se pueden sembrar en Argentina. En tanto, hay un pronóstico de un invierno que muestra una transición entre El Niño y La Niña que favorece a las legumbres. En principio, no habrá excesos de lluvia hacia la llegada de la primavera.
¿Cuáles son los beneficios de la arveja?
La arveja ofrece uno de los mejores márgenes en las rotaciones de cultivo, ya que consume menos agua que los cereales de invierno y se adapta de forma exitosa a las combinaciones con soja y maíz.
Además, los expertos del sector resaltan que este alimento tiene la capacidad de competir con las malezas de invierno. Esto les permite a los productores disminuir el uso de herbicidas y mejorar el manejo de las malas hierbas.
Otro de los beneficios clave es fijar nitrógeno del aire. Este proceso convierte el nitrógeno atmosférico en una forma utilizable por las plantas. Así es como se reduce la dependencia de fertilizantes nitrogenados y se enriquece el suelo para los cultivos posteriores.
Desde el INTA coinciden en que este método mejora la sostenibilidad y la rentabilidad a largo plazo de las rotaciones agrícolas. En cierto modo, este alimento en cuestión actúa como un agente de equilibrio natural dentro del ecosistema agrícola.
Es importante resaltar que esta leguminosa usa entre 230 y 250 milímetros de agua útil, con una eficiencia de uso de aproximadamente 10 a 12 kilos de grano por milímetro de agua, dejando un remanente estratégico en el perfil del suelo para los cultivos de verano posteriores.
Además, destaca por su alta capacidad de fijación biológica de nitrógeno, cubriendo aproximadamente el 50% de sus necesidades totales. Para Gabriel Prieto, esto la convierte en una opción viable como antecesor de cultivos de segunda, especialmente de cereales estivales.
Se trata de una forma natural de aportar nutrientes al sistema, con resultados prometedores, tanto para el medio ambiente como para la sociedad. Las futuras generaciones podrán hacer uso de este tipo de prácticas sostenibles.
La producción alimentaria apostará, de esta manera, por una técnica eficiente y respetuosa con los recursos naturales. En el caso del cultivo de arveja en rotación, se nota una mejora en la salud del suelo y una reducción en la dependencia de insumos químicos.
Por último, Prieto considera que es importante inocular las semillas para lograr una buena captación de nitrógeno. Las bacterias inoculantes pueden suministrar el 60 o 70% del nitrógeno que necesita el cultivo, mientras que el resto lo obtiene del suelo.
¿Cómo influye el medio ambiente en los cultivos?
El rendimiento del cultivo depende más del ambiente que de la variedad, por lo que es fundamental sembrar en las fechas óptimas y crear las condiciones adecuadas. En detalle, el ambiente contribuye con el 87 % de la variabilidad del rendimiento.
En este sentido, los especialistas resaltan la importancia de acertar con la fecha de siembra para evitar las heladas tardías o los golpes de calor en primavera durante la etapa reproductiva.
Según indican, a partir de la floración, la arveja es muy sensible a temperaturas superiores a los 25 grados. Esto supone una pérdida importante para los trabajadores del sector.
En la región núcleo, la fecha óptima de siembra para las variedades primaverales es durante la primera quincena de julio, extendiéndose desde finales de junio hasta principios de agosto.
Para las variedades invernales, la siembra debe realizarse entre 30 y 45 días antes, es decir, desde finales de mayo hasta mediados de junio.