El control biológico de plagas a través de las franjas flores mejora el rendimiento de los cultivos, al reducir el uso de bioinsumos y combatir los insectos. Se trata de una estrategia que conserva los cultivos de repollo.
Los expertos en el sector agrícola recomiendan llevar adelante un control biológico dentro de los cultivos, con el fin de conservar el sembrado. La clave radica en aplicar una estrategia que implique la protección de los enemigos naturales, tales como las plagas.
En detalle, el control biológico por conservación es una estrategia esencial que tiene como objetivo aumentar los conjuntos de las comunidades de enemigos naturales para maximizar su impacto colectivo sobre las plagas.
Entre las alternativas más destacadas, se encuentra la plantación de flores junto a las hortalizas, la cual atrae insectos benéficos que controlan las plagas de forma natural. Así es como se reduce el uso de bioinsumos y se cuida al medio ambiente.
Los investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Concordia, Entre Ríos, trabajan en el desarrollo y puesta sobre el control biológico por conservación en el establecimiento hortícola La Marta, en Estación Yeruá.
Dicho establecimiento, que se presenta como un claro ejemplo de esta innovadora estrategia, está en transición agroecológica desde 2011. El Instituto promueve esta experiencia de innovación colaborativa que se basa en la adición de recursos florales a cultivos hortícolas.
¿Qué son las franjas florales del INTA?
Beatriz Díaz, especialista del INTA y responsable de la experiencia innovadora, aseguró que la primera experiencia incluyó la evaluación de la incorporación de un cultivo de servicio. El propósito detrás de este escenario fue incrementar el control biológico y la polinización en cucurbitáceas.
En otoño de 2023, cuando se obtuvieron los primeros resultados, se diseñó una franja floral con múltiples funciones. Entre ellas, el fortalecimiento del servicio de regulación natural de las plagas en cultivos de repollo.
En esta línea, Díaz indicó que –para la elección de las especies constituyentes- se tuvo en cuenta la factibilidad de su comercialización, dándole así un valor económico a esta tecnología de proceso.
Asimismo se consideró el valor estético de esta y su servicio hacia la sociedad. Se nota un impacto positivo sobre las personas que trabajan y viven en los establecimientos, con especies que son sumamente positivas para el medio ambiente.
Respecto a la instalación de la franja floral, la especialista del INTA indicó que, con 50 metros cuadrados, esta se situó adosada al exterior de un invernadero para minimizar la ocupación de superficie productiva.
La composición se caracterizó por la inclusión de especies vegetales de cuatro familias botánicas, cada una con una funcionalidad diferente. Se incorporaron plantas trampa, las cuales atraen y retienen a las plagas para reducir el daño sobre los cultivos.
Al mismo tiempo se añadieron plantas repelentes, particularmente por las sustancias químicas que emiten, y plantas insectario que les proveen recursos alimentarios, principalmente polen y néctar, a los enemigos naturales.
A su vez, las especies vegetales que fueron seleccionadas como repelentes naturales fueron aromáticas, tales como tomillo, orégano, albahaca, salvia, curry, manzanilla, lavanda y tres variedades de menta.
La caléndula se empleó principalmente como planta trampa, mientras que las plantas insectario seleccionadas fueron especies ornamentales como el aliso, dos variedades de centaurea, orlaya y Glandularia Alba INTA.
Cada una de estas se eligieron por su fenología de floración escalonada, lo que garantiza una provisión continua de recursos para los insectos benéficos desde el otoño hasta el verano.
¿Cómo funcionan los cultivos?
A pocos días de iniciado el invierno, las especies comenzaron a florecer. Su punto máximo de floración es en septiembre y octubre, cubrirá las necesidades de alimento y proporcionará refugio a los enemigos naturales.
En este contexto, Beatriz Díaz observó que tanto en las inspecciones visuales como en las muestras recolectadas de las flores se detectó la presencia de insectos depredadores y parasitoides de plagas de cultivos asociados.
Las interacciones multitróficas entre las comunidades de plagas, enemigos naturales y las plantas asociadas tuvieron un impacto positivo en el control dentro de los cultivos de repollo cercanos, donde no fue necesario aplicar tratamientos especiales, lo que redujo los costos asociados a la aplicación habitual de bioinsumos.
La profesional del INTA Concordia afirmó que esta experiencia no solo puso en valor la biodiversidad como un servicio de regulación natural de plagas, sino que también otorgó un valor económico a una tecnología de proceso que permitió generar una nueva línea de comercialización.
Esto se logró a través de la venta de ramos de hierbas frescas y flores comestibles de caléndula y centaureas. Ante este escenario, Rosa Milera -productora y responsable del establecimiento La Marta- aseguró que esta es una excelente oportunidad para explorar, trabajar y aprender.
Finalmente, concluyó que esta experiencia demuestra cómo la conservación y la producción pueden abordarse desde un enfoque holístico, estableciendo sinergias entre el valor de los recursos naturales, los múltiples servicios que brinda la biodiversidad y la diversificación de los productos de cosecha obtenidos de manera sustentable. Esto fortalece el aporte de la agricultura familiar a los mercados locales.