Argentina da un paso dentro del sector de la agricultura y apuesta por reforzar la investigación de los sistemas agroforestales. Se trata de una alternativa productiva para los trabajadores de la región.
En las últimas dos décadas, la superficie dedicada a los huertos frutales, especialmente de manzanas y peras, disminuyó en el norte de la Patagonia. En respuesta a esta tendencia, un equipo del INTA de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Alto Valle en Río Negro lleva alrededor de 15 años de investigación sobre cómo implementar sistemas agroforestales y, al mismo tiempo, mejorar a la industria local.
Estos sistemas buscan integrar las forestaciones de álamos y sauces con diferentes cultivos agrícolas durante los primeros años (sistemas agrosilvícolas) y con la ganadería durante el resto del ciclo forestal (sistemas silvopastoriles).
Esteban Thomas, especialista en producción forestal del INTA Alto Valle, explicó que a partir de los ensayos y experiencias con productores, se obtuvo información relevante respecto a los beneficios de los modelos de sistemas agroforestales. Estos mismos están dirigidos a quienes desean reconvertir y diversificar sus sistemas productivos en chacras.
Debido a la reducción de los huertos frutales en la región, algunas hectáreas se reemplazaron con cultivos como alfalfa, hortalizas, maíz, nogales, almendros y cerezos, mientras que otras áreas fueron desmontadas y no reutilizadas para nuevos cultivos.
La implementación de sistemas agroforestales permite diversificar los cultivos, asociando la producción forestal con la producción de cereales, hortícolas y ganaderos. Así es como los profesionales pueden sacar el máximo provecho de cada uno de los factores participantes.
Para las áreas que no están ocupadas por huertos frutales, el equipo del INTA Alto Valle sugiere como alternativa productiva la implementación de estos sistemas, dado que combinan la producción forestal con la producción agrícola en sistemas denominados agrosilvícolas o con la producción ganadera en sistemas denominados silvopastoriles.
Desde el instituto aseguran que la integración de las actividades agrícolas con la producción forestal permite diversificar los ingresos a nivel predial. Al mismo tiempo se nota una mejora en la estabilidad del sistema productivo.
El avance de la investigación de INTA sobre los sistemas agroforestales
Los ensayos que llevó a cabo el equipo del INTA Alto Valle se centraron en evaluar la adaptabilidad y crecimiento de nuevos clones de álamos y sauces, lo que permite recomendar las variedades que mejor se adaptan a las características específicas de cada sitio donde se implementarán los sistemas agroforestales.
En los valles del norte de la Patagonia, estos se utilizan como cortinas rompevientos para proteger diversos cultivos –frutícolas, vitícolas, hortícolas y forrajeros– y como forestaciones en macizo para la producción de madera.
Desde el INTA, Thomas explicó que la madera de estas especies se incorpora en la industria del aserrado y debobinado, principalmente para fabricar envases y embalajes destinados al transporte y comercialización de productos frutihortícolas. Una menor proporción se destina a la industria celulósica, que aprovecha los rollizos de menor diámetro.
Como resultado de estos ensayos, se incorporaron nuevos álamos y sauces híbridos, así como también álamos deltoides. Thomas detalló que también se evaluó el crecimiento diferencial de los árboles y la productividad de diferentes cultivos en sistemas agroforestales con distintas densidades.
Según indicó, este trabajo intensivo se llevó a cabo con el fin de maximizar la producción de los cultivos asociados a los macizos forestales. Varias iniciativas se vieron enmarcadas bajo la misma meta.
En 2009, por ejemplo, se instaló una parcela demostrativa con un modelo de plantación tradicional de álamos euroamericanos Guardi y dos alternativas agroforestales con cultivos asociados a una densidad de 555 árboles por hectárea.
En las subparcelas con alfalfa se produjeron fardos durante los primeros tres años, mientras que en las subparcelas con cultivos hortícolas se produjeron zapallos anco en el primer año y maíz dulce en el segundo y tercer año.
En esta línea, el INTA destacó que “en aquellas subparcelas sin cultivos intercalares, se controló la vegetación espontánea mediante desbrozado”. Durante los primeros cinco años, se observó un mayor crecimiento en el diámetro de los álamos en los sistemas agroforestales en comparación con el modelo forestal tradicional.
En 2012, se evaluó la producción de verdeos invernales en un macizo de álamos híbridos raleado a los 14 años, reduciendo la densidad de 280 a 140 árboles por hectárea. Dichos resultados permiten inferir que el raleo en los sistemas silvopastoriles con álamos y sauces, al reducir la restricción lumínica, posibilita una mayor producción de forraje a partir de pasturas puras o consociadas.
¿Cuáles son los beneficios de los sistemas agroforestales?
Un sistema agroforestal aporta un sinfín de beneficios, tanto para la economía como para el medio ambiente. Respecto al primero, se observa un aumento en la rentabilidad. La producción total por unidad de árbol, cultivo o ganado es mayor en comparación con la producción de cada elemento por separado.
La productividad viene de la mano con la reducción del estrés ambiental. En esta línea, los cultivos y el ganado que se encuentran bajo la protección de los árboles están mejor resguardados de los efectos dañinos del sol, el viento, las lluvias torrenciales y otros fenómenos meteorológicos extremos.
En cuanto al medioambiente, los beneficios son numerosos y significativos. Estos sistemas contribuyen a la absorción de carbono a largo plazo. Los árboles plantados en los sistemas agroforestales actúan como sumideros de carbono, capturando y almacenando dióxido de carbono de la atmósfera, lo que ayuda a mitigar el cambio climático.
Los sistemas agroforestales también mejoran la calidad del aire y del agua. Los árboles actúan como filtros naturales, atrapando partículas contaminantes y mejorando la calidad del aire. Asimismo, sus raíces ayudan a estabilizar el suelo y reducir la erosión, lo que mejora la calidad del agua.
En resumen, un sistema agroforestal incrementa la rentabilidad al combinar la producción de árboles, cultivos y ganado en un sistema integrado y eficiente, mejorando la productividad, diversificando los ingresos y proporcionando recursos adicionales.