Los cultivos con beneficios ambientales son cada vez más comunes a nivel global. Se trata de una innovadora manera de frenar el calentamiento del planeta y, a su vez, cuidar el agua.
En el marco de un cambio climático cada vez más preocupante, varias industrias en el mundo refuerzan su compromiso para cuidar al planeta y los recursos naturales. En esta línea, los cultivos de algas surgen como un excelente refuerzo para combatir los efectos devastadores del calentamiento global.
En detalle, los cultivos de kelp aparecen hoy en día como una solución potencialmente transformadora, dada su capacidad para absorber dióxido de carbono a una tasa significativa. Los expertos aseguran que es un claro ejemplo del compromiso que tiene el mercado a la hora de producir alimentos.
Las algas marinas, que se desenvuelven en los océanos profundos, prometen ser un aliado clave en la lucha contra la acumulación de gases de efecto invernadero. Además, según indican los expertos del sector, su cultivo no requiere de fertilizantes ni agua dulce, lo que la posiciona como una opción completamente sostenible.
Los profesionales coinciden en que esta innovadora agricultura acuática lleva más de 400 años posicionándose como una alternativa eficaz y completa. Su potencia ambiental se destaca en un contexto donde décadas atrás, mareas marrones causadas por la proliferación de algas nocivas arruinaron las industrias acuícolas, un desastre ambiental atribuible a contaminantes como el nitrógeno.
El lema para muchos es permitir que la Madre Naturaleza haga lo suyo, los agricultores su parte, y luego los emprendedores y científicos lo restante. Esta es la única manera de llevar a cabo un equilibrio entre cada uno de los actores sociales que participan de la cadena alimentaria.
Hasta el momento, se demostró que la agricultura de algas ofrece beneficios ambientales y un potencial económico a través de su uso en alimentos y cosméticos. Cabe aclarar que esta se realiza de manera frecuente junto a la cría de ostras y mejillones.
Este enfoque que incluye varias faces es fundamental para combatir las consecuencias que presenta el cambio climático antropogénico, es decir, la alteración que experimentan los distintos climas terrestres a partir del sobrecalentamiento en la atmósfera.
Sus puntos a favor permiten trabajar sobre la constante amenaza que hay en el medio ambiente. Una amenaza que intensifica ciertos fenómenos del agua, como los florecimientos algales nocivos y la reducción del pH de los océanos. Este último escenario compromete de forma directa la supervivencia de especies marinas como ostras, almejas y mejillones.
El impacto de las algas en los cultivos acuáticos
Christopher Gobler -profesor en la Universidad de Stony Brook de Nueva York- detalló sobre los impactos de las algas en la calidad del agua y determinó la manera en la que se puede extraer dióxido de carbono y nitrógeno del agua, liberando oxígeno en el proceso.
Según informó Gobler, una granja de kelp de 0,4 hectáreas puede eliminar tanto nitrógeno como 20 sistemas sépticos avanzados, resaltando el potencial de esta práctica en la restauración de hábitats marinos y la mejora de la calidad del agua.
Uno de los sitios que reconoció hasta el momento el gran potencial de este tipo de cultivos es el estado de Nueva York, donde se trabajó para promulgar la legislación que facilita su desarrollo. Se trata de un reconocimiento gubernamental que ampara de cierta manera las prácticas agrícolas, menos invasivas y más sostenibles. Así es como reconocen el valor ambiental y económico del kelp.
Desde su uso en la industria cosmética hasta su incorporación en la cadena alimenticia, el cultivo de algas representa una vía multifacética para abordar simultáneamente desafíos ambientales, económicos y sociales. Son estos los motivos que tienen en cuenta las grandes autoridades, quienes cada vez más apoyan al sector.
Las técnicas detrás del cultivo de algas
El cultivo del kelp, o más conocido como algas marinas, se realiza mediante un proceso detallado que aprovecha las propiedades naturales del océano. Inicialmente, se seleccionan células específicas de alta calidad, las cuales son cuidadosamente recolectadas y sembradas en cuerdas o en substratos preparados para su desarrollo.
Dichas estructuras se sumergen en áreas profundas seleccionadas por su calidad de agua, nutrientes y condiciones climáticas adecuadas para el crecimiento de las plantas marinas.
Las células adheridas a las cuerdas o substratos comienzan a germinar y crecer, alimentándose de los nutrientes que están disueltos en el agua de mar, como el nitrógeno y el fósforo. Es importante destacar la fotosíntesis que se realizan gracias a la luz solar.
Durante este periodo, los profesionales del sector se encargan de monitorear la calidad del agua, la temperatura y las corrientes marinas para asegurar un entorno óptimo para el crecimiento del kelp.
A medida que los kelp crecen, se realiza un cuidadoso manejo para evitar el sobrepoblamiento en las cuerdas y asegurar que cada uno de los ejemplares tengan acceso suficiente a la luz solar y nutrientes. Este manejo puede incluir el traslado de las cuerdas a diferentes profundidades o la poda de las algas para promover un crecimiento saludable.
Finalmente, una vez que estos alcanzaron su tamaño deseado, se cosecha. A diferencia de los cultivos tradicionales, en este caso se lo debe hacer de forma sostenible para que el kelp se regenere y continuar con el ciclo de cultivo. Una vez cumplido este paso, las algas pueden procesarse para su uso en una variedad de productos, como biocombustibles y maquillajes.
Este método de cultivo no solo proporciona un recurso renovable y sostenible, sino que también ofrece beneficios ambientales, como la mejora de la calidad del agua. La absorción del exceso de nutrientes contribuye de forma significativa a la mitigación del cambio climático, un hecho que también se debe a la absorción de dióxido de carbono.